martes, 15 de abril de 2008

El Ejercito de un solo hombre

Los brutos del sistema:








¡NO GENERAL; NO SOMOS CHIHUAHUEÑOS¡

“La manifestación de las ideas no será objeto de

ninguna inquisición judicial o administrativa”.



“Es inviolable la libertad de escribir y publicar

escritos sobre cualquier materia”



(Artículos 6 y 7 de la Constitución. A quien corresponda).

Jaime García Chávez

I

El general Jorge Juárez Loera —comandante de la XI Región Militar integrada por Durango, Coahuila y Chihuahua— trae buen pleito con el lenguaje castellano y, tengo para mí, que el que habla mal, desaliñado, con desorden y fanfarronerías da muestras del desarreglo en los asuntos depositados bajo su responsabilidad. Son conjeturas, desde luego, pero pienso que nos vino a parafrasear la celebre frase de Cesar: vine, vi y jodí. No busco en el militar el español de Alfonso Reyes, es tarea estéril. Me preocupa el contenido de sus balandronadas, ofensivas para los chihuahuenses que —no se olvide— han visto históricamente a los mandos militares federales con encargo de gran monto fracasar en este territorio. En Tomochi vencieron pero fueron derrotados moralmente como lo demostró el levantamiento armado posterior que destruyó al ejercito porfirista; en ciudad Juárez, Orozco y Villa dieron cátedra a los petrorianos. En fin, hablo de historias indiscutibles.



Lo de menos es que nos llame chihuahueños, en este momento los gentilicios sobran. Este tema lo dejo a plumas literarias. Tomemos la miga fundamental:



El general da clases de periodismo.



Reconoce de inicio que “estábamos cerrando los ojos” (¿quiénes?) frente al narcotráfico. Lo que no dice es que esos ojos se cerraron al alimón que se llenaron las bolsas de dinero a los judas del tipo del general Jesús Gutiérrez Rebollo. Exhorta a los medios para que digan la verdad y sean valientes, que no se asusten; pero omite recordar que en no pocas recomendaciones de la Comisión Nacional de Derechos Humanos se les ha exhortado a los militares para no alterar la verdad histórica de sus intervenciones violatorias de los derechos humanos. Ahí se olvidan de la valentía que recomiendan a nuestros periodistas y no juzgo que los militares sean cobardes, no; lo que pasa es que su actuación es oscura, del mundo de las tinieblas y sin contrapesos de ninguna índole pues gozan del privilegio del fuero militar, verdadero rescoldo de la colonia.



El general da clases de derechohumanismo.



Se pregunta Juárez Loera el porqué no se emiten recomendaciones a los cárteles a fin de que no ejecuten o maten personas. Al hablar así, se conduce siguiendo los cánones de las peores escuelas militares y me recuerda a Huerta, Videla y Pinochet. La razón es sencilla: los derechos humanos se fincan en la dignidad de la persona frente al poder arrogante del Estado, más cuando es totalitario, autoritario o fascista y se va mas allá: frente a los mismos poderes fácticos que contribuyen a la barbarie. Pero lo que pide el general riñe —él lo sabe— con el régimen de facultades expresas y limitadas estipuladas por la Constitución como principio básico para los órganos del Estado y los funcionarios. La CNDH puede y debe recomendar conductas y procedimientos en la esfera estatal —incluidas las fuerzas armadas— y de hecho lo hace. Lo que no está en su ámbito legal es la sugerencia del militar, misma que se formula solo para revelar el talante que lo impulsa y no está inspirado en ninguna cultura de la juridicidad. Al contrario, para el comandante la fuerza es derecho, a grado tal que analizadas sus palabras “no nos gusta cargar a nadie” —con referencia a posibles detenciones en los operativos castrenses— admiten esta interpretación: muertos es lo que buscamos, es lo que queremos. Es mejor la tumba de los que ya no hablarán nunca, toda una política militar de cementerios. ¿No es mejor detener al máximo de delincuentes para, a través de ellos, obtener más información sobre sus organizaciones? Como paisanos que son, serían juzgados por tribunales civiles, transparentes a la sociedad y los medios, pero no; al general no le gusta cargar a nadie. Piensa que estorban y además, hasta podría decirnos que los muertos, mugrosos, no hablan.



La aritmética del terror.



Me gustaría que los periodistas cambiaran su nota: “cuando dicen un muerto más, mejor digan un delincuente menos”, amonesta el comandante. Esta es una barbaridad digna de cuartel fascista. ¿Dónde queda el precepto admitido universalmente, en México y Chihuahua de la presunción de inocencia? En la boca de un militar, por lo visto y no hay en las esferas oficiales nadie que lo ataje, nadie que lo pare, menos el gobernador y su procuradora hoy a merced de los mandos militares, ante sus escandalosos fracasos en materia de seguridad pública. Además algo queda claro: democratización de papel en la reforma penal y en la realidad la picana y la ejecución callejera.



Estamos en presencia de una silogística de la muerte: todo el que caiga muerto en esta “guerra”, es delincuente. Es una invitación al río revuelto y a la venganza privada, bajo el manto protector de la Sedena. Ni los cruzados trataron así a los sarracenos.



Las órdenes de cateo de nuestra joya jurídica conocida como artículo 16, para el general se llama “marro” y cuando espetó esta frase, los empresarios chihuahuenses se lo tomaron a broma y soltaron la carcajada. Ríen, ríen a carcajadas sin saber que la cara se les puede congelar.



En síntesis: habrá más violencia: Juárez Loera dixit; el gobernador contempla.



II.

Estamos, de facto, en Estado de sitio. El ejército ha suplantado a los brazos civiles del estado, en particular al gobernador Reyes Baeza y a su aparato administrativo. Y, como suele suceder en estos casos: los derechos humanos salen perdiendo, son un obstáculo; los derechohumanistas cómplices de los delincuentes, los periodistas cobardes y los civiles del estado una muestra de que la deshonra también se usa para decorar una entidad colapsada. Es la mano militar la que marca el rumbo.



¿ A fuer de qué? Elemental respuesta: porque para Juárez Loera, el plenipotenciario de Calderón en Chihuahua, hay que confiar en el ejército como lo hace un carbonero con su fe religiosa. Alinearse y si no ya saben: hay una tenue línea que divide lo negro de lo blanco y no hay necesidad de cargar a nadie porque el señor general acostumbra hasta levantar la vía por donde se desplaza.



Se olvidó lo que en una ocasión, con gran ingenio, dijo Bergamín: “El Estado no se puede comer a los caníbales”. Solo que lo sea también.



Le pregunto al gobernador Reyes Baeza: ¿para que enseñarle a los leones sus aptitudes?



12 de abril de 2008

No hay comentarios: